Nuestros Comienzos en Europa
Dieter y Martin, dos alemanes que se habían convertido en discípulos de Yahshua (Jesús) mientras visitaban los Estados Unidos, necesitaban volver a su país de origen porque sus visas habían caducado. Las comunidades en América no podían pensar en dejar a estos dos discípulos solos, así que enviaron a Gene y Marsha para ayudarles. El encuentro con la rígida cultura alemana fue difícil, pero cuando Martin presentó a Gene delante de sus viejos amigos alternativos en el pequeño pueblo de Steinenberg, algo inesperado ocurrió. Muchos de los amigos de Martin se enamoraron del salvador del cual Gene hablaba, el hombre que les amó tanto que tomó su lugar en la muerte, y algunos decidieron seguirle.
Entonces hubo que enviar gente a ayudar a la pequeña comunidad que estaba formándose. Durante este tiempo, Gene y Marsha viajaron a través de toda Europa buscando comunidades que pudieran compartir su entusiasmo por Dios. Cantaban y danzaban en los mercados donde vendían pan casero, imprimían folletos en alemán, y salían a caminar con sus mochilas buscando por las carreteras y los pequeños pueblos gente que quisiera seguir al Salvador. Algunos respondieron. Así comenzó “el pequeño rebaño”. Pero no pasó mucho tiempo antes de que las autoridades locales les pidieran irse. Entonces el grupo partió en busca de un hogar.
Durante un año anduvieron por Francia, España y Portugal. Ellos y también sus amigos en América oraban diariamente que pudieran encontrar una casa grande. Entonces ocurrió un milagroso encuentro con una bondadosa mujer, propietaria de un hotel en las costas del Mediterráneo en España, que les ofreció una vieja mansión en el sur de Francia, que pertenecía a su familia. El precio estaba fuera de su alcance, pero ella les ofreció quedarse como cuidadores de la propiedad hasta que su familia lo vendiera. El lugar era perfecto.
Cuando llegó el tiempo en que la familia quería vender la mansión, dos años más tarde, los discípulos de las comunidades en América no podían soportar ver a sus amigos en Francia deambulando una vez más, así que trabajaron día y noche para conseguir el dinero para comprarla. Justo a tiempo, el dinero necesario llegó a Francia y la comunidad finalmente tenía una casa propia. Mientras tanto, nuevos discípulos estaban siendo añadidos a su número, no solo de Francia, sino también de Alemania, España y asombrosamente de Australia.
Y así fue. A menudo por causa de difíciles circunstancias, y siempre con un gran costo personal, los discípulos eran enviados a establecer comunidades (iglesias-comunidad). Pero aquello, después de todo, era el fundamento bíblico que había sido puesto desde el comienzo: cubrir la necesidad más apremiante, dar de los que les sostenía y hacer cualquier cosa que el amor pida. Nadie se había sentado a planear como esparcir su creencia o su forma de vida. No habían intentado convertirse en una red mundial. Sin embargo, en 1.990, habían sido establecidas comunidades religiosas en cuatro países además de los Estados Unidos.
En el año 2.000, habían sido establecidas otras comunidades religiosas en España, Alemania, Argentina e Inglaterra, y muchas más en el medio oeste de los Estados Unidos, California y en el sur de los Estados Unidos.
Así como nunca habían buscado convertirse en un movimiento a nivel mundial, la comunidad religiosa tampoco nunca hubiera imaginado que estaban cumpliendo las profecías bíblicas. Pero con el paso de los años, gradualmente, se veía que algo muy especial estaba sucediendo y que estaban viviendo un tiempo muy significativo en la historia.
Lo que leían en la biblia sobre la iglesia del primer siglo les afirmaba en lo que hacían. Los Hechos de los Apóstoles describían discípulos que vivía una vida radical de amor sacrificado unos por otros, sin egoísmo, y eran diferentes de la sociedad que les rodeaba. El mensaje que los primeros discípulos habían escuchado, les llamó a abandonar sus redes de pesca, sus casetas de impuestos y dar todas sus posesiones personales.
Un creyente tenía que vivir aquella vida de sacrificio propio antes que tuviera la autoridad para llamar a otros a obedecer. Este fue el principal foco de la comunidad religiosa en los setenta, limpiar su propia casa antes de intentar predicar al mundo de alrededor.
Durante los ochenta la comunidad religiosa continuó fascinada con los registros bíblicos. Gradualmente, cayeron en la cuenta que la iglesia del primer siglo había sido, no solo una religión, sino una nación, conocida como la mancomunidad de Israel, todos los que la formaban eran sacerdotes y tenían una cultura propia. Pieza por pieza el puzle comenzaba a tomar forma.
A medida que la comunidad estudiaba las profecías y la historia del Antiguo Testamento, los pasajes del Nuevo Testamento se hacían más claros. Vivir de acuerdo a la ley natural no estaba mal, y Dios tenía una recompensa para todos los que se esfuerzan en hacer el bien. Pero la buena moral, no cumple el propósito de Dios en la tierra. Antes que el Mesías pueda volver a la tierra para establecer su reino, tiene que haber un pueblo, separado de las naciones del mundo, que vivan sus vidas obedeciendo sus mandamientos.
En el libro del profeta Isaías 49:6 dice de “levantar las tribus de Jacob para ser la luz de las naciones y que su salvación alcance todos los confines de la tierra”. Y esto es a lo que se refería el Maestro en el evangelio según Mateo 12 24.
Los discípulos en la comunidad se dieron cuenta que el reino de piedra en la profecía de Daniel podía solamente ser establecido a través del amor, personas enlazados por un profundo afecto basado en los sacrificios que hacían unos por otros, en respuesta a Aquel que dio todo por ellos.
Nuestras "Doce Tribus"
Y así la historia de nuestras “Doce Tribus”, que se esfuerzan día y noche, ha alcanzado un punto crítico. Actualmente hay iglesias-comunidad establecidas en doce áreas geográficas, con muchos hombres y mujeres que han sido probados y se han mantenido fieles durante décadas. Una rica cultura está surgiendo en nuestro medio. Tenemos una visión clara acerca de nuestro destino profético y estamos aprendiendo a volver el corazón a nuestros hijos para que nos sigan en el Camino de nuestro Dios.
Pero nos enfrentamos a una gran prueba ¿Permaneceremos verdaderos a la revelación original que fue dada a un hombre sincero hace más de cuatro décadas, “aparte de mí no podéis hacer nada”? (Juan 14:21) Ahora somos una nación espiritual de doce tribus. El reto es depender totalmente del Espíritu de Amor, y no de nuestras propias habilidades naturales para no ser presa del orgullo, los deseos egoístas y la transigencia que han causado la caída de todos los movimientos en los últimos dos milenios. Todo depende de esto.